Tercer vuelo en una semana y me restan aproximadamente 7 días, 11 horas lejos de ti, de tus ojos, de tu aroma, de tus besos salvavidas. Hemos hablado poco estos días: mi trabajo ha absorbido mi mente y siento la cabeza inundada… a veces quizá sin energía; sin embargo, no ha desaparecido esa felicidad de tenerte nuevamente, ni tampoco se ha escapado la ilusión maravillosa de volver a verte.
Mientras el avión se desliza por las nubes, y debajo de él el mundo dibuja selvas interminable siguiendo su camino, abro mi libreta para intentar que la tinta imite el sonido de mi voz y en el papel la plasme, esperando que al leerme, me imagines deletreando cada palabra en tu oído y puedas llegar a sentir algo de lo que en este momento siento.
Sé que tu alma prefiere demostrar con acciones su amor, por eso te pido que me entiendas. No es coincidencia que cuando más estoy sintiendo, ya sea algo bueno o malo, algo triste o feliz, enseguida me vuelco a trazar intentos de poemas o historias. Para mí, las palabras tienen más profundidad que unas cuantas orgías de letras. Las veo como neuronas que se extienden a lo largo del papel y a la vez transportan desde mi mano pequeños impulsos de inspiración y los llevan directo hacia ti, a través de tus ojos. Escribo no para fingir o pretender sentir algo, sino para dejar memoria de algo que de otra manera sería intangible.
Siempre he pensado que la escritura es el más grande invento del hombre. El papel, el abecedario, el idioma… todos son herramientas que forman constelaciones y gravitan en el universo de los pensamientos. Hoy, mi vida, tú abarcas cada rincón de la gran telaraña de ideas dentro de mi cabeza. Eres el principio y el fin de cada uno de mis días, ya sea que estés frente a mí o como ahora: a unos tantos miles de kilómetros.
Es mi intención que al leerme, el tiempo se diluya y se vuelva nada. Que en una semana, diez meses o cinco años, puedas abrir esta carta y te transporte exactamente a este momento, 21 de diciembre a las 8:44 a.m., y que tu corazón sienta que lo único que ha envejecido es el papel y la tinta, y no todo lo que cargan dentro.
Son estos sentimientos, sueños e ideas, los que pretendo inmortalizar en estas letras, para que hoy, mañana, y siempre, recuerdes el lugar tan profundo y lindo en el que dentro de mí te has guardado.
Tuyo siempre.