Hoy quiero desconectarme del mundo y dedicar mi tiempo solo para ti. Quiero salir a caminar por Ámsterdam tomado de tu mano y pretender que los atardeceres en los canales son una rutina nuestra más, como si nos conociéramos de toda la vida y al mismo tiempo existieran tantas cosas que preguntar. Es que contigo todo se siente nuevo y cada respuesta es un planeta desconocido en el cual aterrizar, y al sentir tu mano rozando la mía me transporto tantos años atrás: contigo soy un niño de ocho años descubriéndote poco a poco y siempre queriendo saber un poquito más.
Gracias por acompañarme en la carretera cuando la monotonía de la vida nos orilla a improvisar, por reírte de mis locas ideas y jamás tener miedo a intentar, por enderezar mis días cuando te me acercas a besar, aunque a veces en tu recorrido hacia mi boca sueltes esa pequeña risa que me hace dudar. Gracias por enseñarme a bailar, por sincronizar mi vida a la tuya y siempre empujarme a probar, por recorrer con tus yemas mi cuerpo y hacerme sentir que mi piel comienza a explotar, por hablarme al oído y hacerme las piernas temblar, por despertarme siempre a la misma hora de la madrugada preguntándome si te puedo abrazar, por amanecer conmigo y todos los días llenarme de ganas de repetirlo una vez más. Gracias por invitarme a ser parte de tu vida, aunque nos dure lo que nos tenga que durar. Que el tiempo se vuelve infinito solamente cuando lo dejas de pensar, que a tu lado no importa el reloj mientras estés conmigo y juntos veamos la vida pasar. Gracias por ti, por esto, por todo… gracias por hacerme sentir que contigo es el único lugar en donde quiero y debo estar.