Amsterdam: el sabor de la libertad
Visité Amsterdam por primera vez del 24 al 26 de agosto de 2013 y por segunda vez (la primera no fue suficiente) del 9 al 11 de junio de 2014.
Amsterdam, oh Amsterdam. Ya me había quedado con las ganas de visitar esta pequeña ciudad en el 2011 y por eso fue el primer viaje fuera de Alemania que junto a mis compañeros de Göttingen decidimos planear. No fue sencillo.
Es más cara que lugares como Paris o Madrid. Llegar ahí también es complicado, por eso decidimos revisar si podíamos rentar un coche y finalmente optamos por esa opción para trasladarnos. Es por este viaje que siempre cuento cómo rentamos el auto más económico (un VW Golf) y al llegar a recogerlo nos pidieron disculpas porque sólo tenían un Audi A4 y un Mercedes Clase E. Vaya suerte. Definitivamente nuestra primera experiencia en una Autobahn no hubiera sido la misma andando con un motor de baja capacidad.
Amsterdam es una ciudad muy popular, por lo que creo está de más decir que es la capital de Holanda (Países Bajos) o que es también la más poblada de este Reino. Construida sobre más de 90 islas y conectada por más de 1,500 puentes, esta capital es el claro ejemplo de la terquedad del hombre. No por nada a sus alrededores se han construido diques, sistemas antiinundaciones e incluso se han reclamado trozos de tierra que el mar ya se había apropiado.
Casi todo se encuentra en el Old Town: bares, museos, restaurantes, hoteles, coffeshops y el afamado Red Light Discrit, un conjunto de calles que por las noches se iluminan de color rojo y en donde las ventanas dan pie a cientos de aparadores con prostitutas en ropa interior invitando a sus clientes a invertir su dinero en ellas. Es sumamente turístico y no faltan los curiosos que sin intenciones de pagar andan de aparador en aparador platicando con las mujeres y «cotizando» con ellas una noche de pasión -bueno, 30 minutos, ¿ok?-.
Entre todos los museos dos llaman la atención (ignoraré al Rijksmuseum): la casa de Anne Frank y el Van Gogh Musem. El primero es una reconstrucción, en el mismo edificio en donde vivía, del cuarto en donde la familia Frank pasó sus últimos años antes de ser encontrada por la GESTAPO. Impresionante y todo, pero muy caro para lo que ofrece. Con el dinero de la entrada se compra fácilmente el Diario y se siente más la opresión que dentro de este lugar.
Ya todos debieron haber escuchado de Van Gogh. Para los que no: es el pintor holandés postimpresionista más famoso. Una de sus pinturas más reconocidas es The Starry Night, pero lamentablemente no está en este museo. Lo que sí se puede encontrar ahí es su autoretrato, y otras tantas pinturas que forman la mayor colección de este artista.
Otro tema -y creo que el más sonado mundialmente- es el de las drogas. La primera cosa importante a mencionar, misma que aprendí ahí, es que pese a lo que se dice la venta de marihuana es ilegal. El truco está en que la policía no hace nada al respecto siempre y cuando los vendedores respeten las reglas: no vender otras drogas, no vender a menores, etcétera. Algo curioso es que también es ilegal comprar marihuana, es decir: una coffeshop compra ilegalmente su producto y después lo vende a un consumidor de manera ilegal pero tolerada. Curiosa forma de operar.
Claro que por todos lados las personas disfrutan de un joint o de un café acompañado de special brownies. Es una cultura adherida a los turistas pero que pocos locales siguen. El gobierno está tranquilo mientras el consumo de drogas duras siga disminuyendo, algo que ha sucedido desde que se implementó política de tolerancia.
Otras de las cosas que hice: un tour nocturno por los canales, algo que recomiendo ampliamente, visitar la primera cervecería de Heineken (Heineken Experience), una experiencia divertida, y por último entrar al Sex Museum, algo que en verdad para nada recomiendo.
Amsterdam fue una excelente experiencia y el destino ideal para arrancar con los viajes internacionales. Se respira por todos lados -aparte del humo verde- un aire de independencia y libertad que no había sentido en otros lados. Los turistas se comportan y los holandeses son muy atentos, una combinación que cuando funciona bien hace que un destino cumpla con todas las características para ser inolvidable.